Comentario
Cómo el gobernador envió a los xarayes
Desde a ocho días que Antón Correa y Héctor de Acuña, con los indios que llevaban por guías, hobieron partido, como dicho es, para la tierra y pueblos de los indios xarayes a les hablar de parte del gobernado vinieron al puerto a le dar aviso de lo que habían hecho, sabido y en tendido de la tierra y naturales y del principal de los indios, y visto por vista de ojos; y trujeron consigo un indio que el principal de los xarayes enviaba por que fuese guía del descubrimiento de la tierra; y Antón Correa y Héctor de Acuña dijeron que el propio día que partieron del puerto de los Reyes con los guías habían llegado a unos pueblos de unos indios que se llaman artaneses, que es una gente crescida de cuerpos y andan desnudas, en cueros; son labradores siembran poco a causa que alcanzan poca tierra que sea buena para sembrar, porque la mayor parte es anegadizos arenales muy secos; son pobres, y mantiénense la mayor parte del año de pesquerías de las lagunas que tienen junto de sus pueblos; las mujeres de estos indios son muy feas de rostros, porque se los labran y hacen muchas rayas con sus púas de rayas que para aquello tienen, y traen cubiertas sus vergüenzas; estos indios son muy feos de rostros porque se horadan el labio bajo y en él se ponen una cáscara de una fruta de unos árboles; que es tamaña y tan redonda como un gran tortero, y ésta les apesga hace alargar el labio tanto, que paresce una cosa muy fea, y que los indios artaneses los habían recebido muy bien en sus casas y dado de comer de lo que tenían; y otro día había salido con ellos un indio de la generación a les guiar, y habían sacado agua para beber en el camino en calabazos, y que todo el día habían caminado por ciénagas con grandísimo trabajo, en tal manera, que en poniendo el pie zahondaban hasta la rodilla, y luego metían el otro y con mucha premia los sacaban; y estaba el cieno tan caliente, y hervía con la fuerza del sol tanto, que les abrasaba las piernas y les hacía llagas en ellas, de que pasaban mucho dolor; y allende de esto, tuvieron por cierto de morir el dicho día de ser, porque el agua que los indios llevaban en calabazos no les bastó para la mitad de la jornada del día, y aquella noche durmieron en el campo entre aquellas ciénagas con mucho trabajo y sed y cansancio y hambre. Otro día siguiente, a las ocho de la mañana, llegaron a una laguna pequeña de agua, donde bebieron el agua de ella, que era muy sucia, y hincheron los calabazos que los indios llevaban, y todo el día caminaron por anegadizos, como el día antes habían hecho, salvo que habían hallado en algunas partes agua de lagunas, donde se refrescaron, y un árbol que hacía una poca de sombra, donde sestearon y comieron lo que llevaban, sin les quedar cosa ninguna para adelante; y las guías les dijeron que les quedaba una jornada para llegar a. los pueblos de los indios xarayes. Y la noche venida, reposaron, hasta que venido el día, comenzaron a caminar, y dieron luego en otras ciénagas, de las cuales no pensaron salir, según el aspereza y dificultad que en ellas hallaron, que demás de abrasarles las piernas, porque metiendo el pie se hundían hasta la cinta y no lo podían tornar a sacar; pero que sería una legua poco más lo que duraron las ciénagas, y luego hallaron el camino mejor y más asentado; y el mismo día, a la hora después de mediodía, sin haber comido cosa ninguna ni tener qué, vieron por el camino por donde ellos iban que venían hacia ellos hasta veinte indios, los cuales llegaron con mucho placer y regocijo, cargados de pan de maíz, y de patos cocidos, y pescado, y vino de maíz, y les dijeron que su principal había sabido cómo venían a su tierra por el camino, y les había mandado que viniesen a les traer de comer y les hablar de su parte, y llevarlos donde estaba él y todos los suyos muy alegres con su venida; con lo que estos indios les trujeron se remediaron de la falta que habían tenido de mantenimiento.
Este día, una hora antes que anocheciese, llegaron a los pueblos de los indios; y antes de llegar a. ellos con un tiro de ballesta, salieron más de quinientos indios de los xarayes a los recibir con mucho placer, todos muy galanes, compuestos con muchas plumas de papagayos y avantales de cuentas blancas, con que cubrían sus vergüenzas, y los tomaron en medio y los metieron en el pueblo, a la entrada del cual estaban muy gran número de mujeres y niños esperándolos, las mujeres todas cubiertas sus vergüenzas, y muchas cubiertas con unas ropas largas de algodón que usan entre ellos, que llaman tipoes; y entrando por el pueblo, llegaron donde estaba el principal de los xarayes, acompañado de hasta trescientos indios muy bien dispuestos, los más de ellos hombres ancianos; el cual estaba asentado en una red de algodón en medio de una gran plaza, y todos los suyos estaban en pie y lo tenían en medio; y como llegaron todos, los indios hicieron una calle por donde pasasen, y llegando donde estaba el principal, le trujeron dos banquillos de palo, en que les dijo por señas que se sentasen; y habiéndose sentado, mandó venir allí un indio de la generación de los guaranfes que había mucho tiempo que estaba entre ellos y estaba casado allí con una india de la generación de los xarayes, y lo querían muy bien y lo tenían por natural. Con el cual el dicho indio principal les había dicho que fuesen bien venidos y que se holgaba mucho de verlos, porque muchos tiempos había que deseaba ver los cristianos; y que dende el tiempo que García había andado por aquellas tierras tenía noticia de ellos, y que los tenía por sus parientes y amigos; y que ansimesmo deseaba mucho ver al principal de los cristianos, porque había sabido que era bueno y muy amigo de los indios, y que les daba de sus cosas y no era escaso, y les dijesen si les enviaba por alguna cosa de su tierra, que él se lo daría; y por lengua del intérprete le dijeron y declararon cómo el gobernador los enviaba para que dijese y declarase el camino que había dende allí hasta las poblaciones de la tierra, y los pueblos y gente que había dende allí a ellos, y en qué tantos días se podría llegar donde estaban los indios que tenían oro y plata; y allende de esto, para que supiese que lo quería conoscer y tener por amigo, con otras particularidades que el gobernador les mandó que le dijesen; a lo cual el indio respondió que él se holgaba de tenerlos por amigos, y que él y los suyos le tenían por señor, y que los mandase; y que en lo que tocaba al camino para ir a las poblaciones de la tierra, que por allí no sabían ni tenían noticia que hobiese tal camino, ni ellos habían ido la tierra adentro, a causa que toda la tierra se anegaba al tiempo de las avenidas, dende a dos lunas; y pasadas todas las aguas, toda la tierra quedaba tal, que no podían andar por ella; pero que el propio indio con quien les hablaba, que era de la generación de los guaraníes, había ido a las poblaciones de la tierra adentro y sabía el camino por donde habían de ir, que por hacer placer al principal de los cristianos se lo enviaría para que fuese a enseñarle el camino, y luego en presencia de los españoles le mandó al indio guaraní se viniese con ellos, y ansí lo hizo con mucha voluntad; y visto por los cristianos que el principal había negado el camino con tan buenas cautelas y razones, paresciéndoles a ellos, por lo que de la tierra habían visto y andado, que podía ser ansí verdad, lo creyeron, y le rogaron que los mandase guiar a los pueblos de los guaranfes, porque los querían ver y hablar, de lo cual el indio se alteró y escandalizó mucho; y que con buen semblante y disimulado continente había respondido que los indios guaranfes eran sus enemigos y tenían guerra con ellos, y cada día se mataban unos a otros, que pues él era amigo de los cristianos, que no fuesen a buscar sus enemigos para tenerlos por amigos; y que si todavía quisiesen ir a ver los dichos indios guaraníes, que otro día de mañana lo llevarían los suyos para que los hablasen. Ya porque era noche, el mismo principal los llevó consigo a su casa, y allí les mandó dar de comer y sendas redes de algodón en que durmiesen, y les convidó que si quisiese cada uno su moza, que se la darían; pero no las quisieron, diciendo que venían cansados; y otro día, una hora antes del alba, comienzan tan gran ruido de atambores y bocinas, que parescía que se hundía el pueblo, y en aquella plaza que estaba delante de la casa principal se juntaron todos los indios, muy emplumados y aderezados a punto de guerra, con sus arcos y muchas flechas, y luego el principal mandó abrir la puerta de su casa para que los viese, y habría bien seiscientos indios de guerra; y el principal les dijo: "Cristianos, mira mi gente que de esta manera van a los pueblos de los guaranfes; id con ellos, que ellos os llevarán y os volverán, porque si fuésedes solos, mataros hían sabiendo que habéis estado en mi tierra y que sois mis amigos." Y los españoles, visto que de aquella manera no podrían hablar al principal de los guaraníes, y que sería ocasión de perder la amistad de los dichos xarayes, le dijeron que tenían determinado volverse a dar cuenta de todo a su principal, y que verían lo que les mandaría, y volverían a se lo decir; y de esta manera se sosegaron los indios; y aquel día todo estuvieron en el pueblo de los xarayes, el cual seria de hasta mil vecinos; y a media legua y a una de allí había otro cuatro pueblos de la generación, que todos obedescían al dicho principal, el cual se llamaba Camire. Estos indios xarayes es gente crescida, de buena disposición; son labradores, y siembran y cogen dos veces en el año maíz y batatas y mandioca y mandubies; crían patos en gran cantidad y algunas gallinas como las de nuestra España; horádanse los labios como los artaneses, cada uno tiene su casa por sí, donde viven con su mujer e hijos; ellos labran y siembran, las mujeres lo cogen y lo traen a sus casas, y son grandes hilanderas de algodón; estos indios crían muchos patos para que maten y coman los grillos, como digo antes de esto.